Paseando por Valle de Ángeles, tuve la dicha de sentarme a compartir un exquisito café de ladera y una agradable charla en uno de los rincones más sugerentes que disfruté jamás: El estudio de unos -varios, aunque sólo tomé fotos desde mi asiento a uno de ellos- pintores hondureños, con toda la paz y policromía que tal lugar debe, por definición, albergar: