26 de mayo de 2008

Cinco años

26 de Mayo de 2003. Hace 5 años exactos Micra y yo recibíamos el mazazo de la noticia de la muerte de 62 militares españoles que regresaban de Afganistán mientras dábamos un paseo al sol. Regresaban de hacer su trabajo, de exponerse una vez más al peligro simplemente porque habían elegido ese trabajo. De dar su seguridad y su esfuerzo por el bien de los demás, intentando llevar un poco de ilusión y paz con su trabajo, esta vez en aquel avispero afgano, como antes lo habían hecho muchos de ellos en Somalia, Irak, o los Balcanes.

5 Años. 5 Años de mentiras, de burlas, de ignonimias tan imperdonables como lo fue el mezclar e introducir los trocitos de los muertos en el primer cajón que apareció libre, para despachar cuanto antes el asunto sin que la opinión pública tuviese tiempo a calentarse. 5 Años sosteniendo que los que daban las órdenes (caso único en la historia militar) no eran los culpables de los errores. 5 Años insultando a nuestra inteligencia con el cuento de que aquellos aviones eran seguros, que no se habían contratado para ahorrar, que etc etc etc etc... cuando los que tuvimos la desgracia de vivir más o menos de cerca la tragedia, sabemos que en el momento de subirse al avión, aquellos chicos -paracaidistas profesionales- se plantaban en la pista de despegue porque aquel cacharro les parecía una trampa volante, y sin embargo se les obligó a subirse sin más. ...Y hoy todos sabemos que aquellos indeseables con cartera ministerial se han burlado de la opinión pública de un país, pero lo peor de todo... lo realmente imperdonable... es que la burla ha ido dirigida siempre a quien menos se la merece y más la sufre. Porque... ¿Cómo le explicas a una madre que los trocitos de carne que van en el ataúd de su hijo son de otro chico, nacido, por ejemplo, en Santander? ¿Cómo le explicas a un hijo huérfano que su padre ha muerto porque la dirección corrupta del Ministerio de Defensa ha decidido ahorrarse unos euros miserables con los que se hizo... ¿nada? ¿un chalet de un alto mando? ¿Unos litros de vino para un acuartelamiento? Porca miseria.

Así pues, sin intención de ser melodramático, ni aprovechar la fecha de prescripción como delito de todos estos atropellos... me limito a escribir aquí, (decirlo todo es imposible), para quien quiera leerla, esta maldición:

Maldito seas, Federico Trillo. Malditos seáis, políticos ladrones y mentirosos que estábais en el poder aquellas infaustas fechas. Malditos seáis, todos los cargos militares aferrados a la botella y a la poltrona. No olvidaremos nunca quienes sois, por más tiempo que pase, y el tiempo os pondrá en vuestro sitio: La cárcel y el olvido. Malditos.

Y más importante aún... no olvidaremos jamás a los que se fueron, ni sus apellidos, sus obras o sus cualidades humanas, que en algunos casos son casi imposibles de enumerar de un modo fidedigno.


Vicente: Tu sitio en nuestros corazones ocupa tanto espacio, que consigue incluso que olvide el odio hacia los culpables. Siempre estarás aquí, siempre serás ese sonriente saco de bromas, siempre serás ese amigo dispuesto a hacer un favor, a ayudar a quienes te lo pidan y a quienes incluso no lo merezcan. Siempre esperaré verte entrar por el camino de casa a pillar la bici porque tu hermano ya se había largado con el Agullómóvil, o bromeando el día que pusimos la tienda de campaña al lado de un cementerio la noche de difuntos, por pura casualidad... como si nada hubiese sucedido. Mil veces te veré pateando el monte, batefuegos en mano, inasequible al desaliento para que no ardiese ni una sóla hierba innecesaria... y sí, creo que siempre te recordaré, más que en un ataúd cubierto por una bandera que en los momentos importantes te falló, como aquel sol que fuiste para todos los que tuvimos el privilegio de compartir alguna pequeña parte de nuestras existencias contigo.

Hasta siempre... Amigo. Hasta siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que decirte...ya la primera vez que escuché la historia se me puso la piel de gallina. Es tan triste. Lo bueno, es que muchas de estas historias, siempre demasiadas, quedan sin contar y tu has dado a conocer la vida de una buena persona. Tu cariño nunca caerá en saco roto. Quiero creer que la gente no muere mientras se la recuerda. Un abrazo.